El síndrome del impostor… ¡y además extranjero!

Queridos seres humanos,

he de confesaros algo: odio noviembre. Me parece un mes triste, frío y oscuro (lo siento, papá, tu cumpleaños es lo único bueno que le veo a esa particular agrupación de 30 días). El sol ya no calienta, los días son sensiblemente más cortos -y si además pasas tu vida entre las clases y el metro, de día tiene el nombre- y todo te recuerda a ese mes de diciembre que te vas a pasar estudiando como un animal para los exámenes de enero. Bienvenidos a los milmillonésimos Juegos del Estudiante. Y que la suerte esté siempre de vuestra parte.giphy

Si además esos famosos exámenes los vas a pasar en otro idioma, lejos de la universidad que te vio entrar como adolescente y salir como joven desesperado, y lo más importante de todo, lejos de cualquier alma conocida que entienda un atomarporculoconestamierdayanosigo y que sepa consolarte… pues llegan los problemas. Comúnmente conocidos como «bajón»: dícese de aquella sensación asquerosa en la que la vida te parece una soberana broma del karma, y en la que lejos de cantarte La Vie en rose te cantan requiems

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Pero no, no son simples bajones. Y aquí llega el GRAN problema. Lo que se viene anunciando desde el título de esta entrada: ¿qué puñetas es eso del Síndrome del impostor? La primera vez que oí ese nombre fue hace dos años, y oye, la verdad sea dicha, me pareció interesante pero en ese momento no perdí mucho el tiempo en prestarle más atención al asunto. Total, eso es algo que le pasa a los demás. Como todo. Veamos qué dice Wiki al respecto (pantallazo al canto, damos y caballeras, la paciencia no se encuentra entre mis virtudes, ¡como para perder el tiempo copiando definiciones!)

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Sospecho que la calidad de imagen es una basura de gran tamaño, así que el resumen viene a ser éste: eres un fraude. Si, tú, el que se siente identificado. Ajá, tú que has llegado donde estás por pura suerte, porque la última ensalada que te comiste era un puñado de tréboles de cuatro hojas y ¡puf, triunfaste! Pero no porque tú lo valgas, no, eso se lo dejamos a Laeticia Casta y cuatro privilegiados sesudos. Admítelo, tú estás ahí porque te encontraron en el buen momento y en el buen lugar, punto pelota. ¿Currículum? Dices esa hoja con tu nombre, tu fecha de nacimiento y tu título de carrera, ¿no? Ahm, ajá. Ponte a la cola, la sala de fracasados está al fondo a la izquierda. No quiero saber cómo has podido entrar en ese máster, o conseguir esa beca, ¿pero eres consciente de que no vas a conseguir acabarlo no? No te renovarán la beca para el año que viene, y catearás la mitad de las asignaturas, ¡vive dios que lo harás! ¿No ves cómo te miran? Si tienes fraude escrito en la frente, alma de cántaro.

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ESO es el síndrome del impostor. Teatralizado en pantalla, tiene lugar cada día en tu cabeza, desde el alba hasta el anochecer. ¡Próximamente en los mejores cines! Porque claro, todo el mundo sabe que la gente que te rodea son todos unos triunfadores, que además lo saben y lo viven a tope. Salen todos los días de casa diciendo: «Soy lo mejor que parió madre». Nada de inseguridades, esas las acaparas tú todas (que a falta de virtudes de algo habrá que llenar esa personalidad) Son todos jodidamente inteligentes, guapos, despreocupados, succesful en definitiva.

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Así que, si te encuentras en esta situación, hazte un favor: DEJA LA MALDITA TESINA, LOS TRABAJOS Y LOS EXÁMENES POR UN FIN DE SEMANA. Tu salud te lo agradecerá. Y lo más importante de todo: no te olvides que todo lo que has conseguido, efectivamente, lo has (2ª persona del singular) conseguido TÚ. Con tu esfuerzo, con tu trabajo, como ese cerebro maravilloso que tienes. Porque los retos son así, difíciles, y siempre tendrás momentos de incertidumbre, ¡pero no has llegado hasta aquí para dejarlo caer y largarte a las cumbres alpinas a recolectar cardos! Piensa que tu compañero de clase, tu amigo, tu hermano o tu vecino pueden estar pensando exactamente lo mismo de sí mismos y de ti: tú eres la boss, la que has triunfado ahí donde has ido, y ellos no han hecho más que recoger golpes de suerte inmerecidos.

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Como me dijo una amiga hace unos días: no te compares con los que tienes al lado. Compárate contigo misma, con tu yo de hace un año. Observa cómo has progresado y repite conmigo «Puedo con esto, y más»

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